Piedecuesta, mi tierra hermosa.
Por: Erika Fernanda Sandoval Amaya | Javier Prada León
Mi tierra hermosa. Una gran ciudad. ¿Dónde podemos estar más cerca de la naturaleza? ¿Del clima y del viento que dan vida a nuestros pulmones? Yo creo que, en Piedecuesta, nuestro hermoso municipio, dónde los techos son de teja de barro, las paredes de adobe con ladrillo y las calles algunas son anchas otras angostas.
Nuestra Piedecuesta aún cuenta con una historia natural y arquitectónica viva que día a día, propios y extraños pueden defender a pesar de que el futuro y el medio ambiente y el pasado cultural, están cambiando, por la rápida acción del desarrollo económico. Algunos dicen que está como en los años 1920, otros que, sigue siendo el jardín del edén que nuestros antepasados nos dejaron. Yo creo como mujer depositaria de la vida, que es la tierra de Dios. Porque en el parque principal “La libertad” pulula cuan cantidad de ángeles, que alaban la belleza y exuberancia de encantos, tanto materiales como inmateriales. Los cuatro árboles de mamoncillo son la prueba que nuestra tierra es un cúmulo de vestigios, que otrora daba cobijo a la gran industria de tabaco, la panela y las interminables manifestaciones culturales y religiosas. Incluso el libertador, según cuentan los antiguos, pernoctó en una de sus casas más antiguas, a unas calles de la casa que fue el proyecto de nuestra bienaventurada Marie Poussepin y sus seguidoras. Y que el libertador pudo ver con los ojos del alma, como un paraíso en la tierra.
Es por todo esto, que creemos, que el municipio es apetecido por muchos extranjeros, no sólo por sus hermosas tierras, sino que también, por su bella gente, que con su lema “siempre adelante, ni un paso atrás” dan a entender que aquí nacen los más fuertes y mueren los valientes. Nuestro municipio adquiere su nombre por un visionario perteneciente a la familia serrano, quién donó una considerable parte de tierra en una “cuesta” que servía como punto de encuentro para quienes se dirigían a Pamplona por la parte de lo que hoy es el cerro del picacho y Santafé hoy nuestra capital.
Cuando la gente que venía de Girón pasaba por este lugar lo llamaba “al pie de la cuesta” es decir, un lugar dónde se podía parar en una subida o pequeña montaña que circundaba un valle o llanura muy accidentado. Años posteriores los fonemas se unirían en Piedecuesta.
Nuestra Piedecuesta tuvo en ese entonces una importancia intermedia. Sin embargo, su propia naturaleza y su relieve lo convirtieron en un lugar muy importante para comunicar las regiones santandereanas y poder conectar culturas y economías crecientes.